Historia

Una de Romanos

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A lo largo de la historia, el agua siempre ha sido un elemento fundamental para las gentes que han poblado las riberas del Cañizar. Los primeros restos que prueban la presencia de asentamientos humanos junto a la laguna se remontan a la Edad del Hierro. Todavía hoy se intuyen algunos bloques de piedra de la muralla ciclópea que hace más de 2400 años protegía el poblado celtibero del Cerrito. Este singular yacimiento se encuentra en la orilla occidental del antiguo lago. Sus gentes vivían tanto de la ganadería y el cultivo de los terrenos próximos al poblado como de la pesca y la caza en la laguna. Aunque el Cerrito continuó habitado tras la conquista romana de esta parte de celtiberia a lo largo del siglo II aC, sus pobladores fueron perdiendo poco a poco sus señas de identidad celtíbera adoptando el estilo impuesto por Roma.

Junto a la cercana localidad de Villafranca del Campo existe una pequeña presa sobre el cauce de la Acequia Madre. Aunque su origen no está del todo claro, existen indicios que lo sitúan dentro del contexto de las obras hidráulicas romanas. Se trata de una construcción de mampostería de 140 metros de longitud y 2 metros de altura con una estructura similar a la de otras presas españolas de época romana. Actualmente parte de su trazado ha sido destruido y lo que perdura se encuentra en un estado de completo abandono.

Bajo la república primero y en el imperio después, se fue cambiando el paisaje del entorno del Cañizar. Aunque es posible que en esta época ya comenzaran las obras de drenaje de la laguna no ha quedado constancia de ello. Lo que si se sabe con certeza es que junto al Cañizar discurría una calzada romana que comunicaba el valle del Ebro (Caesaraugusta) con levante (Saguntum) y la meseta (Laminium). El trazado de esta vía atraviesa Cella, donde han aparecido restos que indican la existencia de una ciudad romana importante, probablemente Urbiaca. La prueba de la relevancia de este enclave es la construcción de un acueducto que permitía traer agua desde el río Guadalaviar. Esta gran obra de ingeniería tenía una longitud total de 24 kilómetros de los que 4,5 km estaban excavados en piedra caliza. En función de restos cerámicos encontrados se puede afirmar que, cuando menos, el túnel ya estaba realizado hacia finales del siglo I o comienzos del II d.C. Este acueducto constituye uno de los primeros trasvases entre cuencas de los que se tiene constancia en Aragón. Aunque su función no se sabe con certeza, se le suponen tres posibles usos: abastecimiento a la ciudad romana, riego y el aprovechamiento de la energía hidráulica para moler el grano.

LA ACEQUIA MADRE

El primer drenaje de la laguna fue la apertura de la Acequia Madre. Este cauce artificial, muchas veces confundido como río Jiloca, drena el Cañizar y otros humedales situados aguas abajo, vertiendo sus aguas al verdadero Jiloca en los Ojos de Monreal

El texto más antiguo en el que aparecen referencias a la Acequia Madre es el denominado pergamino de Piedra, fechado en el año 1195. En este documento consta la donación hecha por Alfonso II de la Heredad de Villar del Salce (actualmente es un barrio rural de Cella denominado Las Granjas) a los monjes cistercienses del Monasterio de Piedra:

“A vosotros y al mencionado monasterio os hago donación de Villar del Salce con la parte central de toda la heredad, que esta entre el poblado de Santa Eulalia y el antes citado Villar del Salce. Y sea parte vuestra, en dirección a Villar del Salce, la que confronta de una parte con la acequia mayor que discurre entre la villa quemada y Villar del Salce: la acequia llamada Madre: y de otra parte, desde aquella sierra que esta hacia Santa Maria, conforme discurren las aguas en la extremidad de aquella misma, es a saber, en el término de Cella, hasta el termino de Santa Eulalia.”

Con posterioridad vuelve a ser nombrada como “rivo maiori” en el documento de venta de la heredad de Torremocha a Doña Sancha Pérez de Azagra en 1221:

“…et habet affrontationes in matre de rivo maiori et in ponte…”

Todo parece indicar que la excavación de la Acequia Madre y el descubrimiento de la fuente de Cella son sucesos relacionados entre sí y muy próximos en el tiempo. El caudal aportado por la apertura del pozo artesiano debió incrementar sensiblemente el área encharcada de la laguna del Cañizar y, del mismo modo, la necesidad de realizar un drenaje de esta zona. Esta tesis parece estar respaldada por el contenido de una sentencia de la Real Audiencia de Aragón fechada el 24 de mayo de 1544:

“Que en tiempos muy remotos nace en el pueblo de Cella una fuente de grande caudal de cinco o seis muelas de agua, poco más o menos…, y que desde tiempo inmemorial tuvo y tiene su curso por los territorios de Cella…, y así continua por los de Singra y llega a los Ojos de Monreal…, para que las aguas de dicha fuente tuvieran su curso y salida fue abierta una acequia madre…, a fin de que dichas aguas no ocasionaran daño alguno ni perjudicasen a las heredades y personas de dichos lugares. Y así fueron construidos muchos molinos…”

La Acequia Madre también recibe el nombre de río Cella. Bajo esta denominación se cita por primera vez en un escrito del 8 de septiembre de 1320. A través de este texto, el procurador de las aldeas de Teruel informa al rey don Jaime II de las penurias que están sufriendo las aldeas de los pueblos del río Cella por la falta de agua y le solicita que les de autorización para la venta de sus primicias con el fin de hacer frente a las obras destinadas a poner en cultivo la superficie ganada al humedal. Se tiene constancia de que tres años más tarde aún proseguían las labores y de que, por fin, cuando retornó el régimen pluviométrico habitual se volvió a inundar el lecho resultando baldío todo el trabajo realizado.

“Jacobus… fidelibus nostris procuratoribus semariis et universitate aldearum Toroli salutem… cum universitas aldearum rivi de Celfa per aquarum penuria et temporum sterilitate vehementer opresa et ad magnam paupertatem deducta… sit… Et propterea expediat ut per procuratorem ipsarum aldearum dicte universitatis et a consilio per nos ab omnibus et aliorum… magnis eximentes. Dat VIII kalendas septembris anno Dni. MCCCXX.”

La Acequia Madre original no debió ser muy efectiva en cuanto al drenaje del gran lago del Cañizar. Se puede afirmar que hasta el siglo XVIII la laguna no sufrió cambios muy significativos en su régimen hídrico, manteniendo gran parte de su superficie y profundidad. Prueba de ello es que el Cañizar aparece mencionado en algunos documentos medievales como la crónica de la visita del Comendador de la Orden de Santiago a la encomienda de San Marcos de Teruel fechada el 19 de enero de 1529. En ella, la laguna recibe el nombre de Almarjales y la sitúa en el entorno de la “madre vieja del río Cella”:

“… dicha Orden tiene cabe el dicho lugar, en la partida de la Casamenada, término de Villarquemado, una pieça de tierra que se llama «dehesa de la Orden de la encomienda de san Marcos», la qual sirve de prado y dehesa del dicho lugar, la qual por la parte de levante afrenta con el camino real que viene de Teruel al dicho lugar de Villarquemado e a la parte de mediodía con la dicha Casamenada e por la parte de tramontana que es hazia el dicho lugar de Villarquemado con prado e dehesa del dicho lugar e a la parte de poniente con la madre vieja del río de Cella por medio de la qual dicha heredad traviesa una acequia grande que viene de Cella, la qual dicha pieça e dende la dicha acequia hasta el dicho camino real cabrá doze fanegas de senbradura de secano e lo que se puede senbrar en regadío en la dicha pieça de la acequia abaxo podía caber hasta ocho hanegas de senbradura porque todo lo demás hasta llegar a la madre vieja del dicho río no se puede»

A finales del siglo XVII se vuelve a mencionar el Cañizar y la Acequia Madre en una consulta hecha por el Concejo de Cella a la Real Audiencia de Aragón el 28 de febrero de 1686:

«…los dichos lugares de Cella, Villarquemado y Santa Eulalia se hallan sitios en los costados de un valle que en su mayor hondura se forma un lago llamado el Hermasal o Cañizar, de dos leguas de largo y una de ancho con una acequia madre por medio de él, cuya dilatación se comprende dentro de los términos de dichos lugares, en donde el agua de dicha fuente, no obstante la providencia de sentencias y concordias, y de la que sale de diferentes fuentes que nacen dentro de dicho Hermasal en donde se detienen de forma que son muy perniciosas así para la salud pública”

 

LAS OBRAS DE FERRARI

Las infraestructuras hidráulicas medievales no fueron capaces de secar la laguna. El drenaje definitivo vendría de las manos de un joven ingeniero militar italiano llamado Domingo Ferrari. Además de mejorar la red de acequias y sanear la laguna, también realizó profundos cambios en la fuente de Cella hasta dejarla tal cual la podemos contemplar actualmente.

A comienzos del siglo XVIII la Audiencia de Aragón envió a uno de sus oidores, Ventura de Robles, a examinar la posibilidad de mejorar el drenaje del Cañizar y reformar el sistema de riegos de los siete pueblos: los cinco que ya se abastecían de las aguas de la laguna (Santa Eulalia, Alba, Torremocha, Torrelacárcel y Villafranca) y los dos que se beneficiarían de su drenaje (Cella y Villarquemado). Para realizar tal empresa, Robles llevó consigo a Domingo Ferrari. Ambos visitaron la zona en 1729 con el fin de determinar las obras a realizar tal y como ha quedado reflejado en una resolución del Consejo Real fechada el 23 de abril de 1750.

“Que con comisión de la nuestra Audiencia de ese Reyno, en el año de mil setecientos veinte y nueve pasó personalmente Don Ventura de Robles, uno de sus Oidores, acompañado de Don Domingo Ferrari, Ingeniero, al reconocimiento de aquellas Aguas, y hacer executar todas las obras que se contemplasen necesarias para la evaluación de esta Laguna, con satisfaccion de la salud pública, y Riegos de aquellos Términos; y que con efecto las executadas por éstos aseguraron la consecución, y logro de todos los importantes fines sobredichos en tanto grado, que los aclamaron los vecinos de Villarquemado por su Redemptor, y que este en el Memorial dirigido á Nos, confesaba, que fueron convenientes, consiguiendo el fin de ver desaguada dicha Laguna en tanto grado, que creció su vecindario ; lo cual constaba en la Secretaría de dicha Audiencia. Que con solas estas obras hechas por dicho Ingeniero durante los tres años que residió en aquellos parages, …”

A la vista del estado de las infraestructuras de riego y el elevado nivel de las aguas de la laguna, ese mismo año de 1729 comenzaron los trabajos de drenaje y la mejora de la red de acequias.

Las obras duraron tres años, hasta 1731, con un coste total que ascendió a 13.000 libras valencianas según el testimonio de Antonio de Puga, escribano de Cámara en el Tribunal de Justicia.

El drenaje de Ferrari se articula en torno a dos elementos principales. El primero de ellos es la mejora de la vieja Acequia Madre medieval. El segundo son los drenajes laterales denominados hilas y contrahilas situados dentro del lecho de la antigua laguna.

El resultando de estas obras fue la total desecación del humedal como queda de manifiesto en el texto las Ordenanzas de riego de los siete pueblos del año 1742.

“Se experimentaron, y vieron todas las utilidades interesales, y apetecidas por los Pueblos, asi en salud pública de sus naturales, como en la de la paz, y tranquilidad que éstos tuvieron con el logro de regar, y fertilizar sus Campos, y asegurar sus cosechas, con la conservación, y aumento de sus Ganados mayores, y menores.”

LA ROTURACIÓN DEL PRAO

Tras la desecación de la laguna y hasta los comienzos del siglo XX, su lecho se usó para alimentar a los ganados y caballerías, principalmente de los grandes propietarios del municipio. Después se fue roturando progresivamente para su uso agrícola, haciendo extensivo el pastoreo a otros ganaderos. Dadas las circunstancias socioeconómicas de aquellos años, para muchas familias de Villarquemado la disponibilidad de esas tierras fue muy importante para la obtención de recursos básicos: trigo, patatas, cáñamo, remolacha y maíz. Pocos años después se construyó un nuevo camino que uniría las orillas este y oeste del humedal.

Las roturaciones de la laguna en el término de Villarquemado
– En 1774, tras un pleito judicial que enfrentó a 96 jornaleros que aspiraban a tener terrenos contra 33 propietarios de ganado, se roturó del lecho de la laguna lo que hoy se conoce como la partida de los Rompidos. Poco después esos terrenos pasarían a ser privados.
– En 1914 se roturaron 187 ha de un total de 561 ha que quedaban del prado en la denominada partida del Cañizar.
– En 1916 la Administración concede autorización para parcelar 187 ha más. Quién quería una participación debía pagar 10 pesetas.
– En 1919 se roturan otras 62 ha en la zona oeste del lecho.
– En 1924 la corporación municipal solicita la roturación de la totalidad de la dehesa boyal. En marzo de ese mismo año comienzan los trabajos que supondrán la casi total desaparición de las últimas zonas del prado húmedo de lo que fue la antigua laguna del Cañizar.

 

Tras las roturaciones del humedal, las zonas que quedaron libres de cultivos se destinaron a pastos, principalmente para ganado ovino y equino (mulas y asnos). Para estos últimos, los pastos se explotaban en régimen dular, consistente en que cada vecino sumaba sus animales a un rebaño común del municipio cuidado por un dulero, un vecino de la localidad contratado para ello. A mediados del siglo XX las caballerías comenzaron a ser sustituidas por tractores. Su espacio en el Prao lo ocuparon rebaños particulares de vacas lecheras. A finales del siglo XX los últimos rebaños de vacas abandonaban el Prao.

Para hacer frente al problema de la falta de empleo que venían sufriendo 300 familias de Villarquemado, la corporación municipal en sesión de 18 de diciembre de 1932 acordó elevar al Gobierno de la Nación la siguiente petición: “que se autorice con la mayor urgencia posible los trabajos para construir un camino vecinal que partiendo de Las Granjas de Cella y cruzando por la calle Larga de este pueblo empalme en el Km 156 de la carretera de Zaragoza a Teruel”. Las obras se llevaron a cabo dos años después.


A excepción de lo vendido a particulares en las desamortizaciones del siglo XIX, el terreno público cultivable se dividió en pequeñas parcelas que se arrendaban a los cabeza de familia en lotes de seis anegas (1 anega = 1118 m2) tras abonar el canon correspondiente. El arrendamiento de algunas parcelas pasaba de padres a hijos; otras por turno, apuntándose a una lista de demandantes, lo que a veces generaba conflictos por los criterios de adjudicación utilizados. Hasta finales de los 70 todas las parcelas se cultivaban. A partir de entonces la actividad agrícola en el Prao decreció. A comienzos del siglo XXI, antes de la recuperación parcial del Cañizar, ya había más de 150 hectáreas no cultivadas.

EL RENACER DE UN PAISAJE DE AGUA

A comienzos de este siglo pocas eran las personas que sabían que un día hubo una laguna entre Villarquemado y Cella. Hablaban de barcas con las que se cruzaba el lago de un pueblo a otro, de grandes bandadas de patos, de pesca y de mucha caza. Contaban que, con no pocos esfuerzos, los abuelos de los que ahora son abuelos excavaron hilas para desecar el Cañizar y como, pese a lo costoso de las obras y el gran esfuerzo empleado, muchos eran los años en los que por falta de mantenimiento de los drenajes o por las abundantes lluvias, la laguna reclamaba su existencia inundando de nuevo amplias áreas de su antiguo lecho.

En el año 2000 comenzaron los estudios que dieron a conocer la existencia de esta laguna con vistas a la, por aquel entonces, remota posibilidad de recuperarla. En 2004 se redactó un primer proyecto de recuperación del humedal que recogía la esencia de las actuaciones que posteriormente se han realizado.

No fue tarea fácil que la laguna saltara del papel a la realidad. A esto ayudó mucho el hecho de que gran parte de su lecho permaneciera bajo titularidad municipal tras el drenaje. A mediados de 2006 comenzaron las obras en el Cañizar gracias al firme empuje de los ayuntamientos de Cella y Villarquemado y del Ministerio de Medio Ambiente a través de la Confederación Hidrográfica del Ebro. A lo largo de 2007 y 2008 continuaron los trabajos. Dentro del vaso del humedal las tareas se centraron en la naturalización del terreno mediante la eliminación de caminos y drenajes y la tala de la vegetación arbórea no autóctona en las antiguas parcelas o junto a las acequias. También se excavó una red de canales de 6 kilómetros de longitud que delimitan la zona más profunda de la laguna y que permiten una mejor gestión del proceso de llenado-vaciado la protección de las zonas más sensibles para la flora y la fauna.

Después de años de un intenso trabajo, a finales de 2008 comenzó a llenarse el Cañizar. Las aguas se extendieron rápidamente cubriendo en unas pocas semanas las 380 hectáreas inundables de la nueva laguna. En el margen occidental otras 115 hectáreas se transformaron en prados húmedos dando así mayor diversidad de ambientes y paisajes al humedal. Por su enorme extensión, el Cañizar se ha convertido en el segundo humedal de agua dulce más extenso del interior de España, solamente superado por el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.

Entre la idea y el hecho, donde suelen fenecer muchos proyectos, sucedieron muchas cosas, algunas maravillosas, otras no tanto. Especial mención merecen los voluntarios de la laguna, un grupo de personas enamoradas de este humedal que han dado su tiempo y esfuerzo para que la recuperación del Cañizar sea una realidad y no un sueño.