En el Corazón del Polo del Frío
La laguna del Cañizar se halla en el triángulo geográfico Teruel-Molina de Aragón-Calamocha, considerado como el polo del frío de España, ya que se han registrado en él las temperaturas más bajas en zonas habitadas. El récord lo ostentan Calamocha con -30ºC registrados el 17 de diciembre de 1963, Molina de Aragón (-28,2ºC el 28 de enero de 1952) y Monreal del Campo (-28,0ºC el 4 de enero de 1971). Aunque en las fechas indicadas no había ningún observatorio en el entorno inmediato del Cañizar, todo indica que los registros extremos históricos han sido similares o incluso inferiores pues el entorno de la laguna es, probablemente, la zona más fría de este polo del frío en lo relativo a los valores invernales extremos.
Al igual que sucedió en el invierno 2010-2011, la capa superficial de la laguna suele congelarse durante los periodos de frío intenso. No es difícil deducir que antes de que fuera desecada en el siglo XVIII, la laguna debía congelarse en su totalidad con cierta frecuencia, especialmente en la fase más fría de la Pequeña Edad de Hielo durante el siglo XVII, cuando no sólo se helaron ríos y lagos de montaña, sino también cursos fluviales a nivel del mar como el Ebro en Tortosa o el Turia en Valencia.
En el Cañizar se suelen registrar entre 10 y 15 días de nieve al año, si bien los espesores suelen ser modestos, del orden de 5 a 10 centímetros por nevada. No obstante, cabe recordar que en diciembre de 2009 y enero de 2010 se registraron dos de los mayores temporales de nieve de las últimas décadas, que mantuvieron en zonas cercanas a la laguna del Cañizar neveros que sobrevivieron hasta avanzado el mes de marzo.
EL ÚLTIMO GRAN LAGO
La antigua laguna del Cañizar fue la última superviviente de los grandes lagos y humedales que existieron en el entorno de la ciudad de Teruel hasta hace apenas dos millones de años. Bajo las murallas de esta ciudad todavía es posible ver los sedimentos lacustres que se acumularon en su fondo. Solo el particular contexto geológico de la fosa del Jiloca permitió que el Cañizar no se llegara a colmatar como les ocurrió al resto.
El Cañizar continuó siendo uno de los mayores humedales de agua dulce de España hasta que fue drenado hace tres siglos. Existen documentos históricos que hablan de su enorme extensión. Entre ellos destacan numerosos mapas antiguos de los siglos XVI y XVII donde resalta su presencia dentro del contexto de la península Ibérica.
LA GUERRA DE LAS RAMBLAS
Desde el último periodo interglacial, hace más de 130.000 años, dos de las ramblas más importantes de la fosa del Jiloca convergen al norte del Cañizar. Sus sedimentos han generado un pequeño resalte topográfico en el eje central del valle, suficiente para represar las aguas que manan al sur, en la vega de Cella, formando la laguna. Frente a ellas, el resto de las ramblas que desembocan en el humedal han venido aportando sedimentos que lo colmatan. Las primeras generan laguna, las segundas tratan de destruirla. El resultado de esta particular lucha secular entre ramblas ha ido modificando a lo largo de miles de años la forma, superficie y profundidad del Cañizar.
El hundimiento de la fosa tectónica del Jiloca y los aportes de las ramblas han generado un gran espesor de sedimentos bajo el lecho del humedal. Con sus más de 75 metros, este relleno es uno de los mayores de la Península Ibérica. En él ha quedado registrado, cual páginas de un libro, la historia natural de la laguna desde sus orígenes hasta la actualidad.
Los datos obtenidos a partir del estudio del sondeo realizado por el IPE-CSIC en el lecho de la laguna muestran la gran variabilidad del paisaje del Cañizar a lo largo de la historia. Durante las épocas más frías y secas (especialmente entre hace 70.000 y 11.000 años), la laguna tenía un escaso tamaño y profundidad, llegando a poder considerarse como un lago efímero. Por contra, en los periodos más cálidos y húmedos (entre hace 130.000 y 70.000 años y desde los últimos 11.000 años), la laguna se expandió y se desarrollaron zonas relativamente profundas con varios metros de lámina de agua. El Cañizar contaba entonces con ecosistemas litorales que sustentaban abundante fauna y flora litoral (gasterópodos, bivalvos, praderas de algas carofitas), junto a otras zonas húmedas y turberas donde crecía abundante vegetación. Este paisaje era relativamente similar al mosaico de lagos someros y humedales que podemos encontrar en la actualidad en las lagunas de Ruidera.
Su paisaje, ecosistema y funcionamiento hidrológico primigenio se ha visto profundamente modificado por la actividad humana en los últimos 2000 años. A pesar de ello, se sabe que en época de aguas altas esta laguna tenía forma ovalada con: una longitud máxima de 6,5 km; una anchura que superaba en algunos puntos los 2700 metros; una profundidad de hasta 2,8 m; una extensión total de 11,3 km2, y un volumen embalsado de 18,8 hm3. Hoy se podría considerar como un lago somero, el mayor de agua dulce de Aragón y uno de los más extensos del interior de la Península Ibérica.
EL VIAJE DEL AGUA
El origen de las aguas que llenan la laguna del Cañizar hay que buscarlo muy lejos del humedal, en las amplias y altas parameras de Pozondón. Allí, la sucesión de capas permeables e impermeables en el subsuelo ha originado un gran acuífero de 1350 km² que se extiende entre Cella y Molina de Aragón. La lluvia y el agua del deshielo de la nieve se infiltran en él hasta alcanzar el nivel freático situado a varios cientos de metros de profundidad. Tras un largo recorrido subterráneo, las aguas reaparecen en la superficie bajo el cauce del río Guadalaviar entre las localidades de Albarracín y San Blas, en el río Gallo aguas arriba de Molina de Aragón, en la Fuente de Cella y en la laguna del Cañizar.
No solo el agua desaparece bajo la superficie del terreno. También miles de toneladas de roca caliza se disuelven cada en las parameras de Pozondón fluyendo invisibles dentro de las aguas subterráneas. Este proceso, la karstificación, ha generado en esta zona formas geológicas muy características y singulares: las dolinas.
Las precipitaciones también aportan agua a la laguna. Las caídas directamente sobre su lecho suman de media 1,5 hm3/año. A ese volumen hay que sumar las avenidas que llegan al humedal cuando las ramblas que desembocan en el Cañizar se activan tras episodios de lluvias intensas.
El hecho de que el agua de la laguna proceda de un acuífero situado en la sierra de Albarracín, una zona con escasa agricultura, población e industria, hace que las aguas del Cañizar sean de gran calidad. Apenas tienen nitratos u otras sustancias contaminantes.
Las capas acuíferas más relevantes las forman las calizas del Jurásico. Entre ellas destacan por su gran permeabilidad las carniolas de la formación Cortes de Tajuña. Bajo ellas se disponen, como capas impermeables las arcillas de la facies Keuper del Triásico superior.
EL ORIGEN DEL RÍO JILOCA
Desde antiguo se ha hablado mucho en estas tierras sobre del verdadero origen del río que les une. Oficialmente nace en la fuente de Cella y, tras recorrer más de cien kilómetros por tierras de Teruel y Zaragoza, desemboca en el Jalón a su paso por Calatayud. Esta “verdad oficial”, aunque muchas veces repetida, dista mucho de ajustarse a la realidad.
Se suele considerar a la fuente de Cella como el nacimiento del Jiloca, sin embargo, de este pozo surgente artificial no parte ningún cauce natural sino dos acequias de riego, las de la Granja y el Caudo. Descartada la fuente, el origen de este río debiera ser el del cauce que nace en las proximidades de Cella y atraviesa la laguna del Cañizar camino de los Ojos de Monreal. Sin embargo, las características de éste sugieren que se no se trata de un río sino más bien de un canal de drenaje y riego:
– No siempre fluye por lo más profundo del valle siguiendo la línea de máxima pendiente como hacen los ríos.
– Su trazado es totalmente rectilíneo a lo largo de kilómetros.
– Alterna tramos en los que discurre entre diques laterales que evitan que sus aguas inunden los márgenes, con otros en los que se encaja de forma artificial en la llanura del fondo del valle.
– Cerca de la localidad de Torremocha pasa por encima de otro cauce.
– En su recorrido se interpone una antigua presa romana situada en Villafranca que, por sus características constructivas, se deduce que debió ser creada antes que el propio río.
Numerosos documentos históricos muestran también que este tramo entre Cella y Monreal del Campo es artificial. De hecho, en los textos medievales nunca se menciona como río Jiloca sino como Acequia Madre, río Mayor, río Nuevo o río Cella. Solo tras el drenaje del Cañizar, en época relativamente reciente, pasó a considerarse como parte del Jiloca.
Así pues, descartado el tramo de la Acequia Madre por tratarse de un cauce realizado por el ser humano, queda como verdadero nacimiento natural del Jiloca el manantial de los Ojos de Monreal, también conocido como los Ojos del Jiloca. Esta surgencia natural, una de las más caudalosas y singulares de la provincia de Teruel, es además el punto a partir del cual el río siempre suele llevar agua de forma continua y abundante durante todo el año.